Muero en mis horas tristes,
bajo la inmensidad de la silenciosa y oscura noche.
Remuerde mi esencia, no late el núcleo
y mis ojos arden por verte palomita
Doncella adonis.
Linda tu cabellera de nube
que acaricia el escozor arrebatado
de mis bordes, quimera conejita,
Inmóvil deslumbra la conciencia en tus proezas.
Mis ojos se queman en los filos del reborde,
que silenciosamente atavían las carnes del meollo,
y busco el oxígeno de tu vaina maldita.
Con los ojos sollozando de súplicas,
veo aquel turbio horizonte,
apenado por el agrado inflexible;
que me duele, desde el distante encubierta
El sendero de mi vida iluminas,
que yo necesito de tu fuente,
de tu aroma y de tu gesto,
que sólo siento un amor sosegado y divina
sábado, 3 de marzo de 2007
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